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Jose Luis Gil de Pareja

Jose Luis Gil de Pareja

Entrevistamos a Jose Luis Gil de Pareja, profesor de filosofía en el IES. Ben Arabi y artesano del cuero por herencia de su padre.

¿Qué te llevó a decantarte por la artesanía?

 

Bueno, la verdad es que yo tengo un gen que creo que es Gil de Pareja de hacer cosas con las manos. Y, además, eso va acompañado siempre de una cierta habilidad y, al mismo tiempo, algo que te interesa hacer y que tú te ves capaz de reproducir. Dentro de este trabajo hay cosas importantes, y es que una cosa es el diseño y otra cosa es la reproducción o la ejecución de algo. Hay quien tiene unas manos habilísimas para ejecutar y, sin embargo, no diseña, como yo.

 

¿Por qué el cuero?

 

El cuero es un material muy noble, muy bueno, y yo creo que uno de los primeros materiales usados por el hombre en la historia. En teoría, desde las épocas remotas de los primeros, y siguen funcionando. Entonces, si te gustan las cosas de cuero, te llaman la atención… También es verdad que yo vi en casa de mis padres alguna orma de zapato, y había algunas herramientas. Vi a mi padre cambiar suelas a unas botas un par de veces pero, bueno, entonces él tejía un hilo de cáñamo y hoy en día hay hilos muchos mejores. Hay una oferta de cosas mucho más grande. En aquella época no podías apenas disponer de nada porque había una sola tienda de cuero en Cartagena, que aún se mantiene, la mantiene su hijo, curtidos Puche. Entonces el cuero era mucho más solicitado porque había muchos carros, caballos, monturas, arados, cosas para el campo… El cuero se utilizaba continuamente. Entonces había zapateros y había guarnicioneros, quienes eran capaces de hacer aperos de caballo (lo que llevan en la cabeza), monturas, remaleras… Los guarnicioneros trabajaban manualmente, eran artesanos. Yo creo que en Cartagena ya no queda ningún guarnicionero.

 

¿Es para tí un hobbie o una profesión?

 

Me dedico al mundo de la enseñanza, por lo que de cuero no alimento a mis hijos. Lo he ido aprendiendo y dedicando a mi ocio, pero también lo veo necesario para mi actividad intelectual. Soy profesor de filosofía y me ayuda a reflexionar. Estoy bastante curtido en lo que se refiere a reproducir, pero yo lo que no puedo es diseñar. Entre otras cosas, porque en el diseño hay tantas cosas hechas… El diseño es un don, el don de un artista, que no tiene por qué tener habilidad manual. Al igual que hay gente que compone canciones magníficamente pero no sabe cantar. Sin embargo, hay otros que tienen una voz impresionante que serían incapaces de componer. No obstante, creo que la labor de “marroquinero”, quien elabora piezas artesanales con gran mimo y elegancia, es una gran profesión. Yo, por mi familia y situación profesional, la he adquirido como hobby.

Descríbenos cómo empezaste a trabajar en este mundo.

 

Poco a poco, y siempre con la inestimable ayuda de internet –que ahora es la ventana al mundo–, pues empiezas a ver que existen distintos tipos de cuero, empiezas a enterarte de cómo se fabrica cada uno, para qué sirve, en qué se puede emplear… Empiezas a aprender, por método de ensayo y error, a hacer cosas, y ves cuando haces una y, en la segunda, eliminas errores de la primera, y así en la tercera… Y vas, poco a poco, perfeccionando las cosas que haces. En verdad tengo una gran parte de autodidacta, pero me ha costado muchas horas de equivocaciones. Recuerdo el primer zapato que hice, que era tan duro que no flexaba: te lo ponías y no te podías mover. Tienes que aprender a medir los grosores, a saber de acuerdo con el tipo de cuero, qué grosor debe tener para que un zapato sea fuerte y a la vez pueda flexar, cómo se cose una suela de cuero, los procedimientos que hay, cómo se cose una suela de goma, como se hace un zapato tipo mocasín, o tipo oxford... Vas probando, equivocándote a veces, vas viendo que eso no lo deberías hacer de esa manera sino de otra… En fin, vas aprendiendo.

 

Empecé a hacer pequeñas bolsas, luego hice alguna mochila, más tarde empecé a hacer zapatos y ahora ya los zapatos no tienen secretos para mí. Ya sé cómo se hacen, el conocido “palmillado”, o cómo se elaboran con cerco, cómo es el “goodyear system” –un cerco que rodea a todo el zapato sobre el que va cosido la suela–… Ahora, para mí, ya no hay secretos. Sigues avanzando y un día dices… Bueno ¿y por qué no puedo hacerme una chaqueta, si tengo patrones? Y entonces alguien te hace unos patrones de una chaqueta que tú usas normalmente. Si la desarmas, lo puedes hacer tú. Pero si no quieres desarmarla acudes a un sastre que sabe hacerlo perfectamente, porque sabe cómo medir y tiene mucha experiencia. Desarmé una chaqueta vieja y creé un nuevo proyecto. Y ya, de ahí, te empiezas a preguntar por qué no combinar la lona con el cuero, pues también puedo ver qué ocurre...

 

¿Con qué edad empezaste con la labor artesanal?

 

Pues no lo sé. Me imagino que joven, cuando me di cuenta de que con niños pequeños no puedes desarrollar trabajos intelectuales, era muy difícil. Claro, tú empiezas y “¡Dame un colacao!” o “¡dame nosequé!”, y claro, si estás leyendo o estudiando, es una cosa tremenda. Pero, si estás haciendo algo de cuero, lo dejas y sigues, y no pasa nada.

 

Dinos qué futuros proyectos con el cuero tienes entre manos.

 

He visto una cartera que me encanta y ahora ya puedo reproducirla igual. De esto resulta que ahora tengo unas cinco chaquetas hechas por mí. Próximamente me haré una de lino, y ahora estoy empezando con otro mundo que es la máquina de coser.

¿A qué tipo de problemas te enfrentas en tus proyectos artesanales?

 

Bueno, antes era mucho más complicado hacerse con materiales de todo tipo. En cambio, hoy en día, a través de internet, puedes hacerte con todo lo que quieras. Es decir, con cerraduras antiguas, con hebillas de bronce o de latón puro, reproducciones del siglo XIX, con lo que te dé la gana. Hay gente que es capaz de hacerlo todo: que tú le encargas un producto y te lo hace. Entonces no surgen problemas de ningún tipo.

 

¿Qué sentido le das a tu labor?

 

El trabajo manual es, primero, un complemento del trabajo intelectual que permite descansar, que permite pensar mientras trabajas. Te permite hacer estrategias y tener proyectos. Es decir, por ejemplo: yo suelo llevar proyectos intelectuales. Las calidades del instituto, el cambio de ley de educación, el nuevo currículum de los alumnos, la manera con la que vas a evaluar… Pero luego hay un mundo paralelo de estrategias y proyectos a nivel manual, que puedes echarle más o menos tiempo. Entonces, de acuerdo con el tiempo que tienes, siempre hay un proyecto manual al que estás deseando entregarte. Te calma, te da mucha paz, te permite pensar sin una gran complicación teórica. De una manera increíblemente práctica: tengo que coser esto con esto, pero entonces si utilizo tal…

 

¿Trabajas con ilusión para obtener el producto deseado o disfrutas más durante el proceso?

 

A veces, cuando he terminado el proyecto, ya no me interesa. Sin embargo, mientras lo haces, disfrutas de los retos que te vas encontrando: el defecto que de pronto has cometido sin querer, el goce de cuando consigues tu meta... Cuando llego a casa, siempre me acuerdo inmediatamente de que tengo en una bolsa una serie de cosas en las que tengo que seguir, como que tengo que rehilar los trozos de tela para que no se deshilachen y que eso es lo que voy a hacer de cinco a seis. Saco la máquina, pom pom pom, y lo hago. Y ya se seguirá al día siguiente, con otra cosa.

 

¿Crees que las futuras generaciones deben seguir con la artesanía? ¿Qué le dirías a un joven que quiere animarse con el cuero?


 

Bueno, creo que ahí tiene que salir algo de tí. Por ejemplo, de todos los hermanos que éramos nosotros, yo era el que decía: “¿cómo no puedo yo hacerme una pipa de fumar?” Y entonces empezaba. La primera pipa se te rompía, y la segunda no se qué, hasta que calculabas un taladro… Va por fases. Yo lo noto, porque ahora ya no tengo ningún deseo de hacerme una pipa. Pero es porque he hecho más de cincuenta. Entonces, eso tiene una época. Pero ojalá haya muchos que empiecen con su propia época.

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